THE VIP BOX



«The End» era un título gancho que activaba el interruptor cerebral de cualquiera. Muchos babeaban imaginando un sinfín de escenas apocalípticas.

La joven directora y el resto de personal del equipo de rodaje habían firmado un pacto de silencio y «No comment» era su respuesta oficial. Discípula de otro director de reconocida fama, la sombra de tan rico árbol vaticinaba un éxito asegurado. 

El primer día de ventas, las entradas se habían agotado y los vecinos del municipio dónde iba a celebrarse el estreno ni se habían enterado. Indignados, reclamaron a sus ediles la instalación de pantallas panorámicas en las calles principales y, aceptada la petición, se anunció que el día de la gala quedaba autorizada la ocupación de dichas vías públicas mediante sillas de propiedad particular con determinadas dimensiones.

La noticia del visionado gratuito del estreno para todos los vecinos, atrajo a cientos de personas de municipios colindantes que reclamaron también su derecho a disfrutar del acto alegando ser vecinos de proximidad.

Se adoptaron medidas adicionales: Cada empadronado podría colocar un máximo de diez plazas en la calle, pudiendo alquilar aquellas no utilizadas a habitantes de otro lugar.

Las sillas rejuvenecieron, se arreglaron las desvencijadas patas de las más viejas y se pasó una capa de barniz a las más necesitadas.

Finalizada la proyección, Yale Youthful, nueva directora lanzada a la fama, dirigió unas palabras a los espectadores de la calle: «¡Sois un pueblo fantástico!»

Apiñados en las ventanas, los residentes aplaudieron a rabiar.