Instinto


Sombría y fría, con la mirada anclada en el horizonte, soy ajena a cuanto me rodea. El olor a sangre perdura en mis glándulas olfativas. La imperiosa necesidad nutritiva se ha calmado.

    A veces, la genética se salta las barreras establecidas.

    Apartarme de la sociedad, controlar la voluntad animal que me esclaviza y dirigir el comportamiento hacia conductas moralmente aceptadas, siempre ha resultado la mejor opción para llevar una vida digna. 

    El temor a lo desconocido es una losa imposible de mover. Todos tenemos miedo a algo y necesitamos sentirnos protegidos de ello. Yo, tengo miedo de mí misma.

    Pronto descubrí qué futuro me esperaba. Fue el día que besé a Eduardo y, jugueteando con su cuello, terminé por desangrarlo. Tirar su cuerpo al pantano, no fue tarea fácil.

    Ahora, ya tengo más rodaje.
 

Último Speedball

Corro embalada hacia la noche impulsada por el viento, notando el corazón en mi boca, escapando por momentos. La avalancha de adrenalina pilota el volante. Sigo las luces de la carretera. Llego o lo parece. Casi llego. No. Me estrello.
 
        Otro peón más aplastado por el caballo de Troya. Quién fuera rey con su torre para enrocarse y salir airosa. Cansada, cierro los ojos. Alucino que alguien llega y estira por todas partes, desincrustando las garras que sujetan mi esqueleto. Al fin libre, levito en un cielo blanco con grandes letras bordadas.
 
        Sombras de picos abundan entre mis flacos pellejos. Con mis  pupilas  distingo el irisado rostro de un ángel que palpa mis extremidades. Un seco pinchazo me eleva hasta el umbral de San Pedro. Caigo en picado. Las turbulencias del miedo me arrrastran hacia el abismo. El ralentí de la adrenalina me mece, sumiéndome en el sopor mortífero de la última parada. 
 
      Llegué.

Sus deseos son órdenes


─ ¡Premio para el caballero!  Traído desde las estrellas especialmente para usted.

   Leí  la etiqueta exterior: «Concentrado de estrellas fugaces. Sus deseos son órdenes».

   Ya en casa, abrí la caja. En su interior, un cuenco demasiado grande para decorar cualquier rincón. «¡Ya podía ser más pequeño!», pensé. Perplejo, vi cómo empequeñecía. 

   Un canto de albadas vespertinas atacó mis oídos desde la calle.

     «Julio firma los despidos,
      y nos deja el culo al aire,
      roba el pan de nuestros hijos
      y todo con gran donaire»

«Tierra, trágame». Ése, fue mi último pensamiento.

 

Agradecida a Nicolás Jarque, que me invitó a participar en el programa de La Radio en Colectivo del Jueves 7 de febrero de 2013, dedicado a la "Generación Blogger". Este fue el micro que escribí para la ocasión.
También me pidió una breve reseña literaria sobre mi persona y, como poco había que decir al respecto, tan solo indiqué que nací en Chilches, en 1966 y que soy funcionaria en la administración local. De poco sirve para conocer mi persona, pero algo había que decir.

Os invito a escuchar el audio del programa. Se garantizan buenas lecturas, buena música y muchas risas.

http://www.ivoox.com/radio-en-colectivo-07-febrero-2013_md_1772738_1.mp3

Llamaron a la puerta



Mallas de encaje, falda de escaso corte y blusa  sin botones. Desde el otro lado de la mesa, aproximó su busto para indicarme el lugar exacto donde debía estampar mi rúbrica. Centré mi  atención en el contrato de hipoteca inversa.

Llamaron a la puerta y entró Rosario. Sus medias gruesas se agolpaban sobre los tobillos hinchados, la recatada falda sobrepasaba un palmo su rodilla y bajo su blusa asomaba la camiseta de felpa negra que tanto le gustaba.  Jamás había visto nada tan hermoso.