En el bolsillo de su chaqueta, un
billete de avión. La sonrisa forzada oprimía las palabras. Adiós. Nos vemos. Llámame. Te llamo. Doce
años sin llamadas.
El pasado le despertó bruscamente
reclamando su regreso. Sentado ante la puerta de embarque, el latido de su
corazón dormido reseteó su vida.
El féretro aguardaba en el
tanatorio. Un desolado adiós para enterrar su última esperanza.
Un amigo le citó en casa del
notario antes de las doce. No pudo articular palabra. Allí escuchó la última voluntad de Clara. La
noticia le pilló desprevenido.
La niña lloraba, huérfana de amor, temiendo lo
desconocido. Un cruce de miradas acortó la distancia entre sus mundos. La voz
de la sangre, silenciosa, llamaba a su puerta.
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