De la noche a la
mañana... me quedé sin casa, sin trabajo, sin coche, sin esposa,
sin hijos y sin amigos. Al principio, venían y me contaban sus
cosas. Luego, la típica visita de cortesía y si te he visto no me
acuerdo.
Aquí, recluido entre
estas cuatro paredes, parece que mi espera no tiene fin. Pero el día
que abran la tapa para exhumar mis restos y colocarnos juntitos, se
arrepentirá de sus maltratos en vida. Ya he reservado plaza en el
Hotel Belcebú para amargarle toda la eternidad.