Noche de Fiesta


Es la noche de Todos los Santos. Al fondo, una oscuridad férrea adobada con un hedor insoportable, espera al acecho.

    ─¡Joder tío, cógele mejor los pies, que se me está cayendo!

    ─¡No me toques los cojones! Déjate de mariconadas y agárralo bien por los sobacos.

    ─Vale, macho. No se te puede decir nada.

    El paquete transportado pesa unos ochenta kilos, presenta dos orificios de bala a la altura del corazón y unas córneas vacías rellenadas con barro. El jefe cree que los muertos pueden vernos desde el más allá. Prefiere zanjar el tema así, por si las moscas.

    Lo trasladan al vertedero de Mora. Allí, le han dado viaje a más de un indeseable. Éste, ha recibido su billete en el despacho del mandamás.

    ─A la de tres. Una, dos y… tres.

    ─¡Hala! Vámonos de aquí, que esta peste no se puede aguantar.

    En la carretera, el recorte de unas sombras humanas aparece de la nada.

    ─¡Mierda! ¿Quiénes son esos?

    ─Aquí, tras estos bidones. Esperemos que se vayan.

    ─Mal rollo.

    Se acercan lentamente. Cuando están a pocos metros, pueden ver sus rostros. Son cinco hombres de mirada gatuna que centran su atención en los bidones.

    En ningún momento han reparado en su ropa ni en las filas de gusanos que corretean por ella. Sólo el diente de oro del Pecas, al apoyar su osamenta sobre la tapa de uno de los bidones, les mete el miedo en el cuerpo.

    ─Este año nos toca banquete de cerdo ibérico, muchachos. A por ellos. Que no decaiga la fiesta.



 

Beso nocturno


Me obligó a vestir de etiqueta, a alquilar una limusina negra y recogerla  para ir al baile.  Su padre me estrechó la mano y  su madre soltó unas lagrimitas. Prometí llevarla a casa antes  de las doce de la noche.

Mi rólex de mercadillo dejó de funcionar y, al besarla, sufrió la metamorfosis.

Ahora, sus padres y un ejército de ranas enojadas me persiguen. No sé si lograré salir indemne de ésta.

Desde que me convertí en príncipe,  cada vez que beso a una chica pasada la medianoche, aumenta el censo de anuros de la población.

Popurrí


              1.  El pesado
 
       Rosas  rojas  y  sobre dorado con forma de corazón. Observó con detenimiento  el envío  y, sin abrir la nota, le dijo al mensajero que se había equivocado de puerta.
 
2. El asesino
 
Observó con detenimiento la escena. La Beretta en su mano izquierda y agua inundando el comedor. Su amigo diestro era un “suicida” que pensaba darse un  baño.
 
3. La pregunta
 
Papa, si uno más uno son dos, ¿Por qué dice la canción que son siete? Observó con detenimiento a su hijo pequeño y supo que había llegado la hora.
 
4. El sobón
 
La mirada fija, la respiración pausada  y la voz serena. Observó con detenimiento al acompañante de su hija. Era la primera vez que creía lo que le estaban contando.