Que piensen lo que quieran...


Cada lunes,  sellaba su boleto en  Calle Caballeros, hacía una fotocopia del mismo y se dirigía a la iglesia de San Nicolás a depositarla a los pies del Santo, junto a la oportuna dádiva.

           Yo, que me estaba volviendo cada vez más ateo, le increpé por ello, alegando que los Santos podían ofenderse por tentar a la suerte haciendo uso de su influencia. Pero  mi madre, cuando cobraba el premio, me decía: “Que piensen lo que quieran. Al menos yo, les dejo un porcentaje de lo que cobro. Otros, no  dan ni las  gracias”.

Una vida de perros


¿Quién iba a pensar que esos sarnosos acabarían con el rabo entre las piernas?

            Dialogué con ellos hasta llegar a la extenuación pero su cuadriculada mente no les dejaba ver más allá de su barriga. La huelga de hambre había encarnizado los ánimos y sus ecos estomacales ganaron la batalla.

            Antes de aquello, protagonizamos un cuerpo a cuerpo que sesgó la vida de muchos y tras aquellos trágicos sucesos, decidimos reivindicar nuestros derechos declarándonos en huelga de hambre. Confiábamos en que la influencia mediática desencadenada por  una noticia de tal calado,  reforzaría nuestras peticiones.

            La libertad de elección es algo que no siempre está al alcance de todos, pero éramos idealistas y creíamos que debíamos luchar por ello. Queríamos decidir por nosotros mismos y ser útiles en la sociedad caótica que nos acogía. ¿De qué servía recluirnos en aquel lugar? ¿Qué beneficio obtenía la sociedad con ello? Ninguno.

            Tras comprobar la poca efectividad de nuestro sacrificio, los insurgentes se encargaron de minar los ánimos y destruir la hermandad de los miembros afectos a la causa. Todo quedó en un sueño inconcluso que no pude convertir en realidad.

            Os transmito los hechos tal como sucedieron, para que seáis conscientes del mundo que nos rodea. Ser amigo fiel y servidor leal es algo que nos viene impuesto. Nuestro único deber es acatar órdenes sin plantear objeciones.

            Yo quise ser objetor de conciencia cuando me ordenaron matar a un hombre y pagué mi culpa siendo recluido en aquel horrible lugar. No todos corrieron la misma suerte que yo. Sólo unos pocos nos libramos del holocausto, gracias a la bondad de algunos hombres buenos.

            Ahora ya soy viejo y sé que no seré yo quien cambie esta sociedad, pero vosotros podéis conseguirlo. Demostrad que tenemos sentimientos. No dejéis que aniquilen ese instinto bondadoso que todos llevamos dentro. Tenemos amor para compartir, dejemos la agresividad de lado. Podéis salvar vidas y servir de ayuda. Ser asesinos no es nuestro único destino.

 
            Ser hijo de un policía marcaba inevitablemente tu futuro. Te definía como fiel servidor y te obligaba a matar al agresor si te era ordenado. Incumplirlo, suponía pasar a un centro de readiestramiento con normas estrictas y dolorosas. Si no superabas las pruebas, eras castigado con la inyección letal.

 
            El sueño de Bumer tardó años en convertirse en realidad. Su nieto, Bala, fue uno de los primeros que pudo elegir.

            Alguien llegó a plantearse que podíamos ser más útiles si realmente hacíamos aquello que queríamos hacer.

            Desde entonces, nuestro posible futuro queda marcado a los seis meses, mediante una sencilla elección. En un lado de la sala, una cara sonriente necesitada de amistad, te espera con los brazos abiertos; en el otro lado de la sala, un policía que desea un compañero fiel, también.

            Los centros de readiestramiento dejaron de existir y se normalizó la Institución de «La Segunda Oportunidad». Uno siempre podía admitir que había equivocado su elección y probar suerte en el otro lado de la sala.

            Fue así como pasamos de ser meros ejecutores a ser colaboradores de la Ley y de los hombres. A cambio, recibimos el título honorífico de «Mejor amigo del hombre».

            Esta es nuestra historia, la verdadera historia del Pastor Alemán. Una historia de amor que Bumer quiso transmitir a los suyos y que, finalmente, los humanos llegaron a comprender.

Ganadora en Radio Castellón: Semana del 13 al 17 de agosto

Hoy he tenido ocasión de poder escuchar en directo el programa de Radio Castellón. Las benditas vacaciones siempre conceden algún privilegio. Normalmente trabajo a esas horas y suelo escuchar el audio del programa por la tarde.


      Ha sido increíble escuchar en directo que soy  la ganadora de esta semana en el concurso de microrrelatos de la Cadena Ser, con la frase: «Recuerdo mi primera vez». Me siento felizmente afortunada.  Sé que son muchos, y muy buenos, los escritores que allí participan.


      Si os apetece leerlo, podéis verlo vosotros mismos en www.radiocastellon.com, en la sección Participa, en el apartado microrrelatos ganadores.


       Si preferís escuchar el programa, está disponible en la sección Audio. Ha sido emitido hoy, día 17 de agosto, en Hoy por hoy Castellón, cuarenta minutos antes de emitir el informativo local 14:17 horas.


Gracias por estar ahí y seguir leyéndome.