Saboreando la lectura

 Recuerdo que mi madre cerró el quiosco cuando yo tenía aún cinco añitos. De aquel ruinoso negocio, quedaron varias cajas con libros de bolsillo que por aquel entonces causaban furor. Libros que fui leyendo, poco a poco, con el tiempo. A los quince años, ya me había leído un centenar de historias de Marcial Lafuente Estefanía y más de doscientas novelas rosa de Corín Tellado. A falta de pan buenas son tortas. La librería de nuestra casa estaba bien provista de enciclopedias, guías de salud, libros de recetas de cocina, de mecánica, de labores del hogar y un largo etcétera que no despertaban mi interés en absoluto. Pero claro, tan saturada quedé de enamoramientos y batallas en el oeste americano, que decidí que mi pasión por la lectura debía tomar otros derroteros.

El cambio fue radical y terminé rendida a los pies de Mortadelo y Filemón.  Me encantaba su peculiar humor. Aún los recuerdo con mucho cariño y, prueba de ello, son los libros recopilatorios que conservo en mi librería. Os dejo este enlace, por si queréis pintaros una sonrisa.

http://www.mortadeloyfilemon.com/personajes/index.asp

De ahí a los cuentos ilustrados sólo hubo un paso. Disfrutaba leyendo las historias de Julio Verne, Emilio Salgari y los hermanos Grimm. Aquellas pequeñas viñetas que acompañaban la historia, dieron un sentido diferente a mi vida. Por aquel entonces, para mí, la Literatura no era más que una asignatura que había que aprobar. Afortunadamente, esa idea equivocada la he cambiado con el tiempo y he aprendido a disfrutar con los grandes de la literatura clásica.

Si alguien me preguntara qué prefiero leer. No sabría bien qué responder. «Todo», sería una contestación demasiado amplia.

¿Novela romántica? ¿Poesía? Sí, pero en pequeñas dosis. Prefiero la trama fantástica, el misterio, el suspense o el tétrico lado oscuro de la novela negra. Aunque nunca descarto otro tipo de lecturas.

La ciudad huele a fiesta

La ciudad huele a fiesta y el eco de un repique de campanas renace en tu corazón. Admirado, contemplas el solemne paso del Pregón, y sientes una historia cercana que te embarga de emoción.

La madrugada de la romería te viste de color.  Es la caña quien te guía, luciendo la cinta y el rollo. Ansías subir la escalera para poder tocar la campana, luego acampar entre risas y comer  longanizas secas.
Las  gaiatas se disponen, presumiendo de luz y color y te alcanza el calor humano oculto en cada destello. Sientes que formas parte de la Colla del Sector.
Luces de pólvora iluminan cada día y sones del mundo invaden las calles de la ciudad.
Este año no pudiste venir, pero el próximo no fallarás. Te espero, no te arrepentirás.

Madre

«Kate, no me gusta verte tan triste. Tienes amigos que te quieren, así que no me vengas con milongas. O te levantas voluntariamente de esa cama o te levanto yo a la fuerza. ¿Qué? ¿Qué no me crees capaz? Ya lo creo que sí.
           Si ayer me hubiesen dicho que una crítica sobre tu cuento iba a afectarte tanto, me hubiese reído en su cara. ¿Por qué? Porque tú siempre pones tu  corazón en todo lo que escribes y eres capaz de pintar con palabras cualquier espacio imaginable. Eres inmune a ciertos comentarios.

           ¿Recuerdas aquella vez que te lamentabas porque todo cuanto veías desde la ventana de tu habitación no era más que una acera rota, dos árboles viejos sin hojas y unos edificios grises? Insistías en convencerme de que aquel escaparate no motivaba en absoluto tus neuronas y necesitabas huír para encontrar la inspiración que guiara tus palabras. No me mires así, por tu sonrisa, supongo que lo has recordado ¿No?

           Ya entonces, te dije que podías escribir cosas maravillosas porque tu mente era prodigiosa. Y al instante, me vi escuchando una de tus historias. La acera rota, se convirtió en la vía real del Paraíso de las Hadas; los árboles viejos sin hojas, eran los guardianes de la princesa Zoe; y aquellos edificios grises, se transformaron en un palacio plateado que brillaba bajo el reflejo de la Luna.

           Si tu relato no le gustó a Sami fue porque no siempre sabe apreciar la belleza de lo que escribes.  No podemos esperar que todos piensen lo mismo que nosotros. Si fuese así, seguramente, el mundo sería muy aburrido.

            ¡Bien, ya veo que te levantas!

           Vistete rápido, anda, que Sami vendrá a buscarte. Y alegra esa cara, mujer, que hoy te van a dar tu primer diploma. Precisamente por ese cuento que Sami calificó de «bodrio».

           ¿Cómo que no te lo mereces? Digo yo, que los miembros del jurado del concurso escolar lo habrán elegido porque es bueno ¿No? Sí, ya sé que fastidia que tu mejor amigo critique tu trabajo, pero no pasa nada. Simplemente a él no le han gustado tus duendecillos.

           Ponte el vestido blanco y la chaquetita de punto salmón, que hoy tienes que estar muy guapa. Sami llevará traje de chaqueta y estará encantado de ser tu acompañante en este acto. ¿Qué más quieres?

           Ahora, sí estás radiante y preciosa, cariño. Ha sonado el timbre. Anda, baja, que Sami estará esperando."


La hija cogió la foto de su madre, la miró sonriente y le dio un beso antes de bajar. En la mesilla, quedó esperando el regreso de su hija.

Ahí estaba ella

Reformar la cocina no había sido ningún camino de rosas, pero se propuso terminar la obra antes de llegar la primavera y lo había conseguido. La inauguración de «La Mesa de Raquel» sería el veintidós de marzo.

           Cocina tradicional y trato familiar eran su reto. Ella había sido cocinera en restaurantes de alta categoría  y al convertirse en propietaria del antiguo palacete de sus antepasados, decidió montar su propio negocio. El idílico lugar atraería a la gente y su arte culinario cautivaría a los paladares más exigentes.

          Tuvo que tirar un muro de mampostería para  incluir una zona desaprovechada del jardín trasero y construir una nueva despensa de gran capacidad donde almacenar los alimentos no perecederos. Dentro, instaló varias filas de armarios, unos  provistos de baldas móviles y otros con baldas giratorias. Con ello, pretendía eliminar ese punto muerto donde caducan ciertos alimentos por culpa de la fatalidad.

          El mobiliario de la cocina era de una firma española instalada en Guipuzcoa, y los electrodomésticos, únicos en su gama, la última creación hallada en una exposición de Príncipe de Vergara, en Madrid. El derroche de tecnología y diseño, daban ese toque pluscuamperfecto que Raquel buscaba para su cocina.

           Colocó cada utensilio en el  lugar que le correspondía y revisó personalmente la perfecta disposición de cada balda de trabajo, cada cesto, cada bandeja, cada cajón y cada gaveta de su flamante cocina. Todo se encontraba debidamente colocado.

           Del comedor y su decoración se había encargado su marido, y del jardín exterior del palacete, una empresa de jardinería. Dos días antes de la inauguración había finalizado los preparativos. Para celebrarlo, quiso hacer el estreno preparando una cena íntima para los dos.

           Habían habilitado un comedor privado, con un mirador acristalado que permitía ver las estrellas en una noche cálida como aquella. Puso su mantelería de hilo sobre la mesa y situó milimétricamente su cubertería de plata. Las piezas únicas de su vajilla de porcelana pintada a mano y el pequeño buquet de rosas blancas en el centro de la mesa, eran adorno suficiente.  Una cubitera de plata con hielo mostraba el lánguido cuello de la botella de cava que contenía. Las copas de cristalería de Bohemia remataban el conjunto.

           Entrantes de paladar fino y una exquisita ternera con salsa de setas deleitarían a su marido. Su mouse de mascarpone pondría la guinda final.

           Sólo necesitaba veinte minutos para vestirse de gala. Su marido había tenido que asistir a un comité y tardaría poco en llegar. Le esperaría en el salón y juntos entrarían en el comedor privado. Cenarían y tendrían una conversación agradable. La noche les traería lo demás.

           Sentada en el sillón central de la sala de recepciones, semejaba una reina en su altar esperando a su fiel amante. Llegó al fin y la encontró radiante. Ahí estaba ella, dulce e insinuante. Tras un apasionado beso,  cogió a su esposa en sus brazos y la llevó a la habitación. La celebración duró toda la noche.

           El desayuno con ternera lo recibieron con agrado.

Dadme una prórroga

Criada entre nubes de algodón, fui única en mi especie y alcancé una madurez dorada que nadie podía esperar.

Apartada de mis semejantes, trabajé más duro y más tiempo, creyendo que la fortuna nunca me iba a dejar.  Pero colmó la avaricia el vaso y  no pude descansar, ya no hubo más masajes ni música celestial.

Fue por ello que hice huelga y me vinieron a buscar. Era un hacha la que hablaba y me supo asustar.  Dadme una prórroga, os lo ruego, no me vengáis a matar. Que otro huevo de oro fino está a punto de saltar.