Ganadora en Radio Castellón: Semana del 23 al 27 de enero.

Acabo de saber que soy la ganadora de esta semana en el concurso semanal de microrrelatos de la Cadena Ser. Soy feliz, no lo esperaba. Son muchos los que participan y muy buenos los trabajos que allí presentan.

Si os apetece leerlo, podéis verlo vosotros mismos en www.radiocastellon.com, en la sección Participa, en el apartado microrrelatos ganadores.

Si preferís escuchar el programa, está disponible en la sección Audio. Ha sido emitido hoy, día 27, en Hoy por hoy Castellón, unos veinte minutos antes de  emitir Hora 14 Castellón.

Gracias por estar ahí y seguir leyéndome.

Aquí os dejo el micro que envié:

"Sígueme, le dijo aquella voz sin rostro que le acompañaba. Algo en ella le resultaba familiar y recordó aquellas tardes de párvulo dibujando garabatos a la sombra de una morera. Siempre llegaba a casa lleno de arañazos, desgreñado y sucio hasta las orejas. Su madre estaba harta de él. Las historias le volvían a la mente y sentía renacer aquel niño que albergaba en su interior.

El calor de una luz de grandes dimensiones se desparramaba por su cara, tenía que volver al presente, el interrogatorio volvía a comenzar. Lástima no tener treinta años menos para poder subirse a los árboles y criar gusanos de seda. El presente no auguraba nada bueno, seguro que serían treinta años a la sombra,  pero no de una morera."

Súplica de medianoche

Era noche cerrada y la lluvia caía feroz sobre su piel desnuda. Desconocía cómo había llegado hasta allí y había terminado en esas condiciones.

           Únicamente recordaba que había salido de casa después de la cena, para ir a la farmacia de guardia más cercana y comprar el antitérmico para su hija. También, que suplicó al cielo no tener que pasar otra noche en Urgencias por culpa de la dichosa fiebre de la niña, cualquier cosa, menos eso.  Su mujer, Marga, se había quedado con la criatura. ¿Cuánto tiempo habría pasado desde entonces? ¿Estarían bien? Ni siquiera le habían dejado el reloj. Estaba claro que alguien le había agredido y le había robado el vehículo, la ropa y todas sus pertenencias.

           Sentía un agudo hinchazón en su labio inferior, rastro de magulladuras por todo el cuerpo y el sabor férreo de un fino hilo de sangre que caía desde la nariz y alcanzaba sus papilas gustativas. Tenía frío, estaba mojado y  no sabía dónde se encontraba. ¿Por qué no podía recordar nada? ¿Por qué narices le habían quitado también la ropa? ¡Si sólo era un chándal, Dios!

           Unas luces en la lejanía y el sonido de coches circulando a toda velocidad, le  alertaron de la existencia de una carretera a la que podía intentar llegar. Completamente desnudo no, no podía ir así. Buscó por los alrededores, esperando encontrar algún plástico o algún cartón que pudiera servirle como vestimenta.  ¿Qué posibilidades había de que alguien parase su vehículo para ofrecerle ayuda? Quizás nadie parase y tuviese que caminar hasta la ciudad más próxima, una vez allí se dirigiría a la Policía Local para explicar su circunstancia y presentar la correspondiente denuncia. Con un poco de suerte, Marga acudiría pronto en su ayuda y todo habría finalizado. ¡Allí estaba! Encontró un periódico grasiento, seguramente antiguo envoltorio de algún bocadillo. Las hojas apelmazadas, por la combinación de la grasa y el agua de lluvia, le sirvieron  de faldilla protectora y le devolvieron un poco de dignidad. No era mucho, pero era más que nada.

           Alcanzó la carretera. Muchos coches pasaron de largo sin reparar en su presencia, otros le pitaron enfurecidos esquivándolo  para no atropellarle. Bajo aquella lluvia incesante, ninguno parecía tener la más mínima intención de parar.  Caminando, acudió a su mente la súplica que le hizo a Dios aquella noche, ahora casi hubiese preferido pasarla en Urgencias. Debió llevar a su hija directamente allí, en vez de ir a la búsqueda de un medicamento que seguramente no serviría para bajarle la elevada temperatura que tenía. Realmente, lo único que pensó fue en el fastidio que le supondría pasar varias horas en el hospital y perderse el partido de fútbol. Se sentía profundamente arrepentido por haber deseado aquello. Renovó su súplica, esta vez en favor de su hija, deseando con toda su alma que la fiebre hubiese remitido. Cerró los ojos un instante. Cuando los abrió, su mujer le miraba sonriente con la niña durmiendo en sus brazos.

           Estaban en Urgencias, la fiebre había cesado y él se había quedado dormido en la sala de espera. El partido hacía un par de horas que había terminado y nadie supo darle el resultado.         

Sonido de tambores

Su temblorosa mano se resistía a introducir la llave en el bombín de la puerta, la noticia recibida la había dejado sin aliento. Aquella oscura mañana había estado en la consulta del doctor Ramírez, un afamado neurólogo que le había recomendado su oftalmólogo. Regresó a su casa caminando lentamente, respirando despacio, intentando digerir cada una de las palabras escuchadas, mientras asistía obligada al más grandioso desfile de tamboradas. La palidez de su cara anunciaba el trágico desenlace que la esperaba.

           Con el tiempo, sus dolores de cabeza se habían incrementado y no le resultaban tan llevaderos. Sus migrañas y sus neuralgias nacieron durante la pubertad y casi había aprendido a vivir con ellas. Dos visitas al neurólogo en plena adolescencia le resultaron suficientes para convencerse de que no debía volver a visitarlos. Sin hacerle ninguna prueba, le recetaron relajantes musculares que la adormecían tanto que no era capaz de articular palabra y la anulaban como persona. Así no podía ser una joven normal. Descubrió la aspirina y el alivio temporal que sus efectos le producían. El ácido acetilsalicílico era un vasodilatador que la ayudaba a sobrellevar aquellas molestias. De la úlcera, tuvo que encargarse siendo ya adulta, pues nadie le había explicado que tomar seis comprimidos cada día resultaba demasiado agresivo para su estómago. 

           Una consulta al oftalmólogo la puso sobre aviso, había detectado algo extraño en el fondo de su pupila y la visita al neurologo resultó ineludible. El día anterior le habían realizado una resonancia magnética y una serie de analíticas ordenadas por el doctor, rutinarias, según dijeron. La enfermera le comentó que seguramente tardaría un mes en conocer los resultados de todo aquello y que no debía preocuparse en absoluto, ya que normalmente las migrañas eran producidas por causas psicosomáticas. Aquella mujer la tranquilizó. Llevaba tiempo con aquellos dolores de cabeza, toda su vida quizás, pero había entrado en la etapa premenopaúsica y sus neuronas se habían empeñado en hacerle la vida aún más imposible, simplemente eso, estaban volviéndose unas viejas gruñonas. Cada día, las neuronas de su cerebro aporreaban su cráneo sin piedad. 

           Ella era fuerte y activa, realizaba ejercicio, seguía una dieta sana, no tomaba alcohol, ni cafeina, ni tabaco, ni chocolate. Casi parecía que había hecho un pacto con sus neuronas, de modo que si ella se portaba bien, ellas la dejarían vivir más o menos en paz. Sabía que esos dolores eran difíciles de controlar en el periodo premenopaúsico y tenía que superarlos fuera como fuese.

           La inesperada llamada de aquella mañana la dejó desconcertada, el doctor Ramírez había requerido que acudiese a su consulta sin cita previa, lo antes posible. Llamó al trabajo para indicar que tardaría un poco en llegar. Nadie le pidió explicaciones, eso era lo bueno de ser la jefa.

           Gozaba de buen humor pese a sus recurrentes migrañas, tenía buenos amigos que la apreciaban y comprendían que un sábado les diese plantón porque estaba acostada en cama sin poder abrir los ojos ni oír ningún sonido. Lo de sus migrañas y neuralgias era de conocimiento público, nunca lo había ocultado, tampoco hubiera podido.

           La expresión circunspecta del doctor Ramírez le dejó helado el corazón. Tomó asiento y le miró fijamente a los ojos. Él estuvo mucho tiempo hablando con ella, explicándole detalles, animándola, ofreciéndole cifras, incluso mostrándole estadísticas sobre resultados favorables obtenidos con los tratamientos que ella iba a iniciar. Por un momento, le pareció que otro ser se hallaba frente al doctor, que no era ella, que su yo había desaparecido. Aquella conversación no estaba teniéndola con ella, sino con otra persona. Quería huír, creer que todo era una burda mentira, un fallo en la conexión de alguno de los circuitos de su vida, que aquello no iba con ella. Pero no era así. La pesada realidad presionaba sus hombros clavándola aún más en aquella silla, obligándola a escuchar una extraña historia que no quería conocer, una nueva vida que no quería empezar. 

           Regresó a su casa, logró abrir la puerta y se dirigió a su habitación, cerró la ventana y se puso el chándal, ése era un buen momento para tumbarse en la cama, quizás de ese modo, esa maldita banda de tambores instalada en su cabeza la dejaría descansar.         

ACEN: Unos Reyes solidarios

He participado en el I Concurso de Microrrelatos Románticos ACEN (Asociación Cultural de Escritores Noveles), y el  6 de enero, he recibido un inesperado regalo de Reyes: el microrrelato que había enviado se encuentra entre los seleccionados.


           Entre los aproximadamente setecientos microrrelatos recibidos, el jurado  ha seleccionado  diez finalistas y unos doscientos noventa microrrelatos más que aparecerán juntos en el libro "Cachitos de amor".

           Los beneficios de la venta de este libro irán destinados a realizar actividades de lectura para niños y niñas con discapacidad, que se gestionarán a través de la Fundación Borja Sánchez. "Cachitos de amor" estará ilustrado con los dibujos que hicieron los nenes de la Fundación en los talleres que realizó ACEN gracias a los beneficios obtenidos de la venta del libro "Bocados sabrosos". También encontraréis en el interior del libro algunas fotos de la realización de estos talleres, donde se puede apreciar lo bien que se lo pasaron los peques dibujando.

           Por el momento, el libro sólo se podrá adquirir a través de la librería Argot de Castellón (www.argot.es), donde el viernes 10 de febrero a las 19h tendrá lugar la presentación de “Cachitos de amor”. En la presentación contaremos con la presencia de todos/as peques que han ilustrado el libro, se leerán algunos microrrelatos y disfrutaremos de varias sorpresas para pequeños y mayores. Por supuesto está todo el mundo invitado!

           Por cierto, el lunes 16 de enero se publicará el microrrelato ganador en la web de ACEN. ¡Mucha suerte a los 10 finalistas!

           No importa si mi nombre no figura entre los diez finalistas, lo que importa es que el microrrelato que envié para participar en este concurso ha sido uno de los que también aparecerán en el libro "Cachitos de amor". ¡Eureka! Como suele decirse, por algo se empieza. 

           Dado que los beneficios de la venta serán destinados a una causa solidaria, desde aquí os animo a la adquisición de este libro  en la librería Argot de Castellón. La lectura de los microrrelatos románticos es un método saludable para mantener en forma nuestro corazón.

           Si tenéis curiosidad, podréis descubrir cuál fue el microrrelato que presenté a este concurso.