Bergen

En 1996 hicimos un viaje de ensueño a Noruega y visitamos la zona de Laponia y varias de sus ciudades: Oslo, Bergen, Geilo y Lillehammer. En aquella ocasión íbamos solos, no conocíamos aún a nuestra amiga Arantza y Noelia aún tardaría un año en aparecer en nuestras vidas.

           Es curioso lo que podemos llegar a recordar. Sin videos para grabar imágenes, sin cámara digital para realizar miles de fotografías. Tan sólo con unos negativos que guardaron la esencia de los mejores momentos de aquella aventura. 
         
           En Bergen, entre otras cosas, visitamos su famoso Mercado del Pescado. Y allí, comimos deliciosos bocatas de salmón y gambas. También hice lo que jamás hubiese creído que haría: comer salmón crudo. Durante aquella fabulosa semana tuve oportunidad de saborear el salmón de mil maneras diferentes. ¡Me encanta el salmón! pero, acabé tan saturada que, cuando regresé, tardé varios meses en volver a probar tan preciado manjar.

           Cogimos el funicular para subir al monte Fløyen y desde allí pudimos admirar la belleza de aquella ciudad y sus fiordos. Llenamos nuestros pulmones de un glacial aire puro y tras congelarnos un buen rato, bajamos a la civilización. Una estatua deTroll  gigante nos esperaba en la cima del monte. Aquel era mi primer troll en vivo y en directo. ¡Inolvidable! 

           Escuchamos un sinfín de leyendas y de cuentos sobre trolls (el Troll del Mar y de la Laguna, el Troll de la Montaña, el Troll del bosque,...). Por supuesto, compré un par de figuras para mi estantería. Cada día, cuando, desde el sofá, les doy una mirada, recuerdo aquel maravilloso viaje, el hielo de sus fiordos, y su mágico paisaje.

           En Bryggen pudimos contemplar la singular mezcla colorista de las Casas Hanseáticas, un barrio de casas de madera verdaderamente precioso. Un paseo entre callejuelas estrechas de un mundo de cuento, pequeños souvenirs de la ciudad y continua presencia del personaje vikingo. Siempre imaginé esos guerreros como salvajes despiadados ataviados con pieles y un casco con cuernos. ¡Increible! En Bergen descubrí que los vikingos nunca habían llevado cuernos en sus cascos, y que, más que salvajes, fueron marineros que tuvieron que luchar.

           Nos tomamos un pequeño respiro tras pasear por el barrio hanseático y, en el muelle, pudimos degustar un riquísimo helado lleno de anisetes de colores y gominolas. Para asombro de mis ojos, ante nosotros, se desarrolló un improvisado espectáculo de puenting-grua que consiguió ponerme los pelos de punta. Finalmente todo fue bien, y los osados jóvenes que probaron el lanzamiento, acabaron encantados con su experiencia.

           Recuerdo que lo hicimos a principios de agosto, y cuando te levantabas tenías que ponerte un par de mangas porque notabas fresco, a mediodía podías quitarte la chaqueta y por la noche, más valía que fueses abrigado. Tuvimos suerte durante todo el trayecto. Un soleado país nos dio la bienvenida a las cuatro de la madrugada cuando llegamos y se despidió de nosotros a las doce de la noche cuando nos marchamos. ¡La noche! No vi la noche en Noruega. Aunque el «Sol de medianoche» es más propio del mes de julio, aquella primera semana de agosto quiso acompañarnos durante nuestra visita.


2 comentarios:

  1. q lindo!
    Es lo lindo de viajar, uno descubre millones de cosas nuevas, historias.
    Q bueno saber q los vikingos no eran unos despiadados con cuernos en la cabeza! Jaja
    Y bueno, aunq no haya habido toda la tecnologia q hay ahora, queda igualmente guardado en nuestra memoria. No hace falta ver una foto o un video para recordar, no?

    Sigo leyendo ;D

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  2. Gracias Eugenia, siempre es bueno saber que estás ahí.

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