Secreto entre hermanas (Parte II: Jorge y Rafa, 2005-2006) (5)

Rafa y yo teníamos unas instrucciones muy precisas, debíamos proteger a Marina y a Fedra porque en algún momento Rubén Alonso intentaría secuestrarlas. Así que, aunque el Inspector Poveda creyó, en un principio, que seis meses eran suficientes para nuestra investigación, después de lo visto durante el día, nos dijo que movería los hilos para que nos reincorporaran en la empresa de moda. Aquel había sido un largo día, así que necesitábamos descansar para que nuestros agotados cuerpos se recuperaran.

           Al día siguiente, de buena mañana, nos llamó Pérez para decirnos que debíamos acudir inmediatamente a trabajar y ocupar los puestos de Marina y Fedra. Me quedé perplejo ante la noticia. Era evidente que el inspector no se dormía en los laureles, no había querido dejarnos descansar ni un día. Le llamé para conocer más detalles sobre el operativo ya que no nos había concretado nada el día anterior, pero nos dijo que él no había tenido nada que ver con esa llamada pero pensaba hablar con Paolo para averiguar cuál había sido el motivo.

           Aquello me dejó preocupado, llamé a Marina un montón de veces, intentando descubrir qué había pasado, pero fue imposible contactar con ella, su móvil parecía estar apagado o fuera de cobertura. Miré desde la ventana la casa de las chicas, las luces estaban apagadas, parecía que habían salido.

           Sin saber qué ocurría, nos presentamos ante Pérez y nos comunicó que nos prorrogaban el contrato porque ellas habían dejado sus plazas vacantes aquella misma mañana, y que sólo sabía que se encontraban bien. Pero… ¿Dónde estaban? Volví a insistir llamando a Marina, incluso dejé varios mensajes en su buzón de voz, no tuve suerte. Nadie nos dio ninguna explicación, llamé al inspector para saber qué ocurría, pero nada, no cogía el móvil y en la comisaría tampoco sabían dónde estaba.

           Las órdenes del inspector habían sido regresar a la empresa y continuar trabajando, así que poco podíamos objetar. Firmamos la prórroga y empezamos donde ellas lo habían dejado. Como habíamos empezado más tarde de lo normal, aquel día no terminamos a las nueve sino más tarde. Estaban dando las doce en el campanario de la catedral cuando salimos por la puerta. Aquel día nos dieron la tarde libre.

           Insistimos más veces con nuestras llamadas pero no pudimos hacernos con ellas. Fuimos a su piso con la esperanza de encontrarlas, pero no estaban allí. Hablamos con Méndez y Núñez por si ellos tenían alguna noticia pero tampoco sabían nada, solo nos dijeron que no podían estar con su tío, porque ellos seguían vigilándole y había regresado a su piso. Decidimos  ir a la comisaría para hablar personalmente con el inspector ya que no podíamos contactar con él telefónicamente, pero había salido y nadie conocía su paradero. Desesperados, como último recurso, nos acercamos al Menfis para ver si Ramiro sabía algo; creí que quizás él, como buen cotilla, podía tener información valiosa. Pero no fue así, no tenía noticias de las chicas desde hacía dos días, y la última vez que las vio no le comunicaron que quisieran irse de la empresa. De repente, me sentí absurdo, cogí del brazo a Rafa, nos despedimos apresuradamente y corrimos hacia el coche, un sudor frío recorrió mi frente al imaginar que habíamos llegado tarde para protegerlas.

           Fuimos de nuevo a su casa y llamamos repetidamente al timbre. Cuando oímos la voz de Marina al otro lado del interfono, nos tranquilizamos. Intentamos recomponer nuestras caras y recuperarnos de aquel mal trago, por fin sabríamos qué les había sucedido. Cuando subimos y llegamos a su puerta, ya estábamos más enteros, aunque nuestra cara debía ser un poema.

           Le manifesté nuestra preocupación por ellas, y Marina, con voz sosegada y tranquilizadora, nos dijo que habían dejado aquellas plazas voluntariamente ante una proposición de trabajo que les habían hecho. Sin más explicación, nos llevó a la salita, donde se encontraba su hermana. Fedra nos contó que tuvo que desfilar sustituyendo a una modelo que había abandonado la empresa y que se había sentido como pez en el agua. El semblante de Rafa cambió totalmente, se le veía relajado, como si le hubiesen quitado una gran losa de encima.

           Estaban viendo un programa de entretenimiento y nos sorprendió ver a una majestuosa Fedra cogida del brazo del señor Giovanni. A Rafa se le caía la baba. El locutor comentó que Fedra, la nueva modelo de Paolo&Giovanni pronto llegaría a ser reconocida internacionalmente. Nos quedamos sin habla y, por la cara que se les quedó a las hermanas, diría que ellas tampoco sabían nada.

           Aquello seguramente sería un duro golpe para Rubén Alonso, tendría que medir muy bien sus pasos, pues Fedra y Marina habían cambiado el rumbo de su vida. Continuamente se verían rodeadas de fotógrafos y reporteros y, por supuesto, Rafa y yo pensábamos convertirnos en sus guardaespaldas, bueno, eso era un decir. Ellas, evidentemente, no tenían que saber nada de nuestra verdadera profesión, sólo que nos tenían allí para lo que necesitasen, de momento, era suficiente.

           El tiempo pasó rápido y, en más de una ocasión, acompañamos a Marina y a Fedra a los diversos actos a los que acudieron. Al señor Paolo y al señor Giovanni parecíamos agradarles y permitían nuestra presencia siempre que podían. Debían suponer que nuestro trabajo tenía algo que ver con las hermanas Alonso, pero su discreción les impedía hacernos ninguna pregunta sobre qué investigábamos. Cuando ellas viajaban a otros países, nosotros nos quedábamos con Méndez y Núñez para continuar los pasos de su tío, de ese modo las chicas no sospecharían nada de nosotros. Otros dos compañeros las acompañaban y las protegían haciéndose pasar por fotógrafos de la empresa. Teníamos cientos de fotos de Marina y Fedra en diversas ciudades del mundo, después de todo, nuestros compañeros no eran tan malos fotógrafos.

           Rafa y Fedra consolidaron su relación a pesar del esfuerzo que supone moverse en el mundo de la moda y, aunque Marina no se lo puso nada fácil, él consiguió hacerle ver que lo que sentía por su hermana era amor verdadero.

           Él estaba locamente enamorado de ella, me confesó que había tenido relaciones sexuales con Fedra y sabía que era su media naranja. Cuando todo acabara y fuese libre para hacer públicos sus sentimientos, pensaba pedirle que se casara con él. Fedra, en una ocasión, le confesó que no quería contarle nada a Marina sobre sus experiencias sexuales porque no quería hacerle daño. No le dio más explicaciones, aunque tampoco eran necesarias para Rafa.

           Por mi parte, conseguí romper alguna de las barreras que me impuso Marina al principio. Notaba que ella se sentía bien conmigo. Volvió a sonreír habitualmente e incluso llegué a creer que se había olvidado de aquellos cinco años de infierno vividos con su padre. Sentía que mi corazón se desbocaba cuando notaba un roce de su piel, pero también sabía que debía contenerme. Su pasado la había marcado profundamente y una cicatriz tan grande solo puede curarla el amor. No quería que creyese que solo la deseaba como se desea a cualquier mujer, quería que supiese que la quería y que era capaz de esperar hasta que ella fuese capaz de contarme su pasado. Era insufrible, sí, pero aguanté estoicamente. Sólo de ese modo, sería capaz de quitar la coraza que la cubría y podría entregarse a mí. De momento, me conformaba con quererla en silencio, sin prisas, gozando de su compañía, protegiéndola en caso de que su tío pretendiese hacer lo que nos temíamos que iba a hacer. En el fondo, sabía que ella también me correspondía. Con eso, me sentía feliz.

           Durante aquel año, gracias al esfuerzo de diversas comisarías de policía, fueron liberadas dos chicas más en Cáceres y otra más en Sevilla. No apareció ninguna noticia en los medios de comunicación sobre mujeres secuestradas ni sobre trata de blancas. La investigación continuaba su curso. Cada vez habían más implicados en la trama: los dueños de varios prostíbulos españoles e incluso algún empresario rico del país. Pero en las noticias ofrecidas por los diversos medios de comunicación se informó únicamente sobre la detención de varias personas involucradas en el negocio del blanqueo de capitales. Ahí quedaron los avances noticieros.

           El cabecilla debía pensar que éramos idiotas, porque en ningún momento se dejó escapar cuál era el negocio que intentábamos desenmascarar.

           Como se suele decir: «Tiempo al tiempo».





1 comentario:

  1. aahh..!!, que lindos.! =)
    (sigo leyendo aunque no comente en toodos!!)

    ResponderEliminar