Secreto entre hermanas

           ─¿Has oído alguna vez el eco de unas palabras retronando en tu mente? ─dijo Fedra─. Esta mañana me he levantado con la sensación de haber estado toda la noche oyendo las últimas palabras que dijo papá antes de su muerte, como si me hablase desde la ultratumba.


           ─¡Imaginación al poder chica! Cualquiera que te oiga creerá que estás chalada ─respondió Marina.


           Marina era la hermana mayor de Fedra. Todas las mañanas tomaban un café en el Menfis, un pequeño antro que estaba a un tiro de piedra de las oficinas en las que ambas trabajaban desde hacía un año.


           ─No te lo tomes a broma, tengo la sensación de no haber pegado ojo ─Fedra se puso a buscar un paquete de pañuelos en su bolso─. Cada vez que pienso en sus palabras, los pelos se me ponen de punta ─Se enjugó una lágrima que corría por su rostro─.


           ─Tonta, aquello eran los desvaríos de un moribundo. No debes dejar que eso te atormente. Ahora ya no está aquí para martirizarnos. ¡Déjalo ya!


           ─Dijo que le habíamos matado, él lo sabía.


           ─¿Y qué piensas que va a hacer, venir a castigarnos? ¡No seas tan inocente! ─Marina metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y tocó la navaja con la que apuñaló a su padre por la espalda─. Estamos mejor sin él.


           ─Cada día me levanto pensando que todos me miran y lo saben. Me siento señalada y acusada.


           ─Cambia el chip, ahora nos va mucho mejor, no tenemos a un chulo por padre.






   

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