Dubrovnik

Este verano pasado fuimos a Croacia con nuestra amiga Arantza. Es un país que no sabía que tuviera tanto encanto.


           La visita a Dubrovnik fue maravillosa. Llegamos al atardecer, nos habían comentado que la luz a esas horas le da un aspecto mágico a la ciudad, y es cierto. Entramos a través de la Puerta Pile a la ciudad fortificada, y el embrujo del atardecer se apoderó de nuestros sentidos. Hicimos un recorrido caminando por sus callejuelas y por la plaza Stradùm (una avenida muy ancha, repleta de terrazas donde sentarse y tomar un refresco) hasta la plaza de la Logia. Allí encontramos la torre del reloj y la logia de las campanas, con cuatro campanas que antiguamente avisaban del peligro a la población. No nos costó mucho comprender por qué fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979.

           Al día siguiente, realizamos la visita obligada a la muralla que rodea todo el casco antiguo. Las vistas de las callejuelas estrechas que bajan desde la zona alta de la ciudad, los claustros de los palacios y los monasterios que pueden verse perfectamente desde allí, y el mar Adriático que parece abrazar la ciudad, dejan una imagen de belleza sin igual en la retina de los que hemos tenido la suerte de verlo. Pero cuando observas aquellos tejados nuevos, totalmente reconstruidos tras el bombardeo de 1991, algo empaña tu vista, pese al interés en reconstruirlo todo manteniendo su belleza anterior.


           Sin duda esta ciudad merece la pena visitarla.

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