Secreto entre hermanas

           ─¿Has oído alguna vez el eco de unas palabras retronando en tu mente? ─dijo Fedra─. Esta mañana me he levantado con la sensación de haber estado toda la noche oyendo las últimas palabras que dijo papá antes de su muerte, como si me hablase desde la ultratumba.


           ─¡Imaginación al poder chica! Cualquiera que te oiga creerá que estás chalada ─respondió Marina.


           Marina era la hermana mayor de Fedra. Todas las mañanas tomaban un café en el Menfis, un pequeño antro que estaba a un tiro de piedra de las oficinas en las que ambas trabajaban desde hacía un año.


           ─No te lo tomes a broma, tengo la sensación de no haber pegado ojo ─Fedra se puso a buscar un paquete de pañuelos en su bolso─. Cada vez que pienso en sus palabras, los pelos se me ponen de punta ─Se enjugó una lágrima que corría por su rostro─.


           ─Tonta, aquello eran los desvaríos de un moribundo. No debes dejar que eso te atormente. Ahora ya no está aquí para martirizarnos. ¡Déjalo ya!


           ─Dijo que le habíamos matado, él lo sabía.


           ─¿Y qué piensas que va a hacer, venir a castigarnos? ¡No seas tan inocente! ─Marina metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y tocó la navaja con la que apuñaló a su padre por la espalda─. Estamos mejor sin él.


           ─Cada día me levanto pensando que todos me miran y lo saben. Me siento señalada y acusada.


           ─Cambia el chip, ahora nos va mucho mejor, no tenemos a un chulo por padre.






   

Dubrovnik

Este verano pasado fuimos a Croacia con nuestra amiga Arantza. Es un país que no sabía que tuviera tanto encanto.


           La visita a Dubrovnik fue maravillosa. Llegamos al atardecer, nos habían comentado que la luz a esas horas le da un aspecto mágico a la ciudad, y es cierto. Entramos a través de la Puerta Pile a la ciudad fortificada, y el embrujo del atardecer se apoderó de nuestros sentidos. Hicimos un recorrido caminando por sus callejuelas y por la plaza Stradùm (una avenida muy ancha, repleta de terrazas donde sentarse y tomar un refresco) hasta la plaza de la Logia. Allí encontramos la torre del reloj y la logia de las campanas, con cuatro campanas que antiguamente avisaban del peligro a la población. No nos costó mucho comprender por qué fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979.

           Al día siguiente, realizamos la visita obligada a la muralla que rodea todo el casco antiguo. Las vistas de las callejuelas estrechas que bajan desde la zona alta de la ciudad, los claustros de los palacios y los monasterios que pueden verse perfectamente desde allí, y el mar Adriático que parece abrazar la ciudad, dejan una imagen de belleza sin igual en la retina de los que hemos tenido la suerte de verlo. Pero cuando observas aquellos tejados nuevos, totalmente reconstruidos tras el bombardeo de 1991, algo empaña tu vista, pese al interés en reconstruirlo todo manteniendo su belleza anterior.


           Sin duda esta ciudad merece la pena visitarla.

Desde mi habitación

Lejanas y poderosas diviso unas montañas que parecen arrastrar el lastre de los tiempos. Solo algún travieso pico se clava en el firmamento burlándose de las nubes que lo rodean. Algunos campos de naranjos despuntan en la ladera, recordándome los mechones rebeldes de un pelo despeinado.

           Mi pueblo se halla enclavado a los pies de esta cordillera. Alcanzo a ver la torre de la Iglesia y su cúpula azul destacando en esta estampa. A su lado, muchas edificaciones se yerguen con prepotencia ansiando ser vistas desde la distancia, pero aun así, no reconozco ninguna construcción en particular. Una imagen curiosa asalta mi retina, una hilera de hormigas en formación accede a la población a través del puente elevado sobre la autopista.

           Tres kilómetros me separan de la población. Los campos que antaño estaban llenos de vida, hoy se encuentran medio tristes, con un verde apagado que denota el abandono de muchos de ellos. Solo veo unos pocos campesinos que siguen regando con su sudor las tierras. Tiempo atrás, el reflejo dorado de los plásticos de los melonares llegaba a molestar a la vista, en cambio, hoy aparece disperso y moribundo entre malezas y terrenos olvidados.

           Lindante con mi casa, encuentro una calle sin edificación alguna, esperando que alguien la urbanice. Antes de que el olor de la civilización se instalase en esta zona, podía sentir la fragancia del campo, me despertaba el ruido de los tractores que se dirigían al trabajo y podía empaparme de naturaleza desde mi ventana. Hoy solo puedo ver lo que queda y recordarlo con nostalgia.

Ternura

Su hija nació un cálido día de finales de verano. Habían pasado muchas horas desde que llegaron a la puerta de urgencias de maternidad.
           Una enfermera les dijo que debían permanecer en la sala de espera hasta que hubiese sitio dentro. Parecía que los bebés se habían puesto de acuerdo en nacer todos el mismo día. Dos horas después les indicaron dónde estaba la sala de dilatación. Ambos pasaron allí muchas horas de tortura sin sentido. Habían oído hablar de la epidural y preguntaron por ella, pero les dijeron que no estaba disponible. La impotencia se reflejaba en la cara de él, mientras el sufrimiento y el dolor se apoderaban de ella.

           Llevaba demasiado tiempo dilatada y no se producía el alumbramiento. Finalmente fue necesario realizar una cesárea de urgencia con anestesia total.

           Mientras su hija nacía, él estaba paseando arriba y abajo por el pasillo. No podía evitar estar nervioso, ya habían pasado diecisiete horas desde que llegaron allí. Rezaba lo que sabía para que todo saliese bien.

           Los abuelos paternos y maternos también aguardaban allí, sentados en silencio, esperando que la puerta se abriese y alguien les diese buenas noticias.

           Una enfermera abrió la puerta, llevaba a su hija en brazos, venía sonriéndole y haciéndole caricias en la mejilla. Todos se acercaron inmediatamente a verla. Fue aquella mujer la que le entregó a su hija, dijo que debía ser el padre quien la cogiese primero.

           Cuando la tuvo en brazos, la expresión de su cara se transformó. No podía creer que él hubiese participado en la aventura de la vida. Sus diminutas manos lo rozaron, fue en ese momento cuando supo que alguien le había robado el corazón para siempre.

           Su mujer estaba bien, pero aun tardaría un tiempo en despertar.

He vuelto

Hace dos semanas que asisto a un taller de narrativa. ¡Estoy maravillada! No creía que aquellos pensamientos aletargados durante veintitrés años estuvieran deseando salir de mí, como si hubiesen estado en una cárcel. (Esta es la razón por la que he decidido poner esta foto en mi blog, aunque en realidad estoy en la  muralla de Dubrovnik).

           En mi época adolescente escribí historias sobre la vida, el amor y la muerte. También escribí poesías en torno a estos mismos temas. Muchas de aquellas palabras quedaron en el olvido. Algunas en forma de hoja arrugada que acabó en la papelera y, otras, en forma de pedacitos rotos con rabia que se llevó el viento.

           Sólo quedaron algunas de aquellas poesías. Rebuscando por las cajas las encontré, junto a las cartas que nos escribimos mi marido y yo durante su servicio militar en Ceuta.

           Mi intención es reanudar aquella afición que tenía. Intentaré aprovechar lo que me enseñen en el taller. Os presentaré unos personajes y, poco a poco, os adentraré en un montón de historias.

Mi primer hola

Bien, acabo de iniciarme en esta aventura de los blogs. Espero que os guste navegar por mi mar de pensamientos.